Monday, July 23, 2012

Juan Félix Sánchez y el país que se borró

El campesino que entró al museo · Juan Félix Sánchez y el país que se borró


EL NACIONAL 
· DOMINGO 22 DE JULIO DE 2012 · SIETE DÍAS/1


CULTURAHace 30 años, el Museo de Arte Contemporáneo expuso el trabajo de Juan Félix Sánchez. Fue el boom artístico de un país que se soñó potencia cultural

MIREYA TABUAS

Hay que conocer a Juan Félix Sánchez.
Eso se decía en la década de los ochenta. Hay que ir a verlo a su casa del fin del mundo en el páramo, caminar siete horas o montarse en burro, morirse de frío en la madrugada andina, un frío que no mata ni el miche. Observarlo mientras teje o talla, cómo escribe en su cuaderno de visitas (una marca de inmortalidad). Sacarse una foto con él, junto a sus sillas de madera. Otra foto más, con el fondo de montaña y frailejones. Tocar su obra en ese espacio natural. Decir que uno comió las arepas de trigo de Epifanía, su mujer.

Juan Félix Sánchez era la moda de esa década. Juan Félix, Yordano, las hombreras, la telenovela cultural. Un ícono para los caraqueños, que sentían que habían encontrado en él algo propio en qué creer. Era él, como el Teatro Teresa Carreño o como Carolina Herrera, luces parpadeantes de desarrollo en un país del Tercer Mundo. Pero Sánchez iba más allá, era una suerte de eslabón perdido, los orígenes de algo que sonaba grande: si en el páramo más remoto había un genio de la arquitectura, el país no estaba perdido.

Hace 30 años, en julio de 1982, Juan Félix Sánchez, un hombre del páramo nacido en 1900 en un pequeño pueblo merideño, un creador sin estudios académicos, fue el primer y único artista popular que entró por la puerta inmensa del Museo de Arte Contemporáneo de Caracas, otro de los símbolos de una nación que se soñaba intelectual. Todos los espacios del museo estuvieron dedicados a la obra de ese sencillísimo campesino, que fue comparado con Gaudí.

El escritor y semiólogo Umberto Eco lo visitó en 1994 y, luego, escribió en la revista italiana L’Espresso: "Juan Félix Sánchez no es un artesano, no es un artista, no es un aficionado al bricolaje; es un asceta de la montaña, un visionario". El artista popular —que nunca viajó al exterior— se internacionalizaba.

Fiebre de páramo. Juan Félix Sánchez nació el 16 de mayo de 1900, en San Rafael de Mucuchíes y estudió en la escuela del pueblo. Trabajó como titiritero, maromero y payaso, a la vez que hacía labores en la prefectura. Empezó a tallar en 1935. Se trasladó a la soledad de El Tisure, un amplio terreno que pertenecía a su familia, lejos de todo. Allí creó un telar único, que le permitió elaborar cobijas con efectos cinéticos, que innovaron el típico tejido andino. Allí también comenzó a construir su enorme complejo arquitectónico, formado por tres capillas hechas piedra sobre piedra, sin ningún tipo de cemento; una réplica de El Calvario y el Santo Sepulcro y su propia plaza Bolívar. Esa obra era su conexión con Dios. Más nada.

Hasta que —como el Nuevo Mundo— fue descubierto. A fines de la década de los setenta llegó a su casa una expedición liderada por el explorador Charles Brewer Carías y el coleccionista Dennis Schmeichler, que buscaban tejedores de cobijas. Llegaron sin imaginarse que realizarían tamaño hallazgo cultural. A partir de ese momento, la fama se extendió gracias a un libro y a un documental.

Y llegó el momento cumbre: la exposición en el Museo de Arte Contemporáneo. Hubo que trasladar pieza por pieza, en mula, desde El Tisure hasta la carretera y de allí en vehículo a Caracas. A la imponente sala llegaron las tallas (el ladrón bueno y malo en sus cruces, la Virgen, San Juan y otros, lo que no permitió bajar de la montaña fueron los cristos). También estaban sus cobijas. Al acto inaugural asistió el presidente de la república de ese momento, Luis Herrera Campins, que declaró la obra patrimonio. A Sánchez se le describió como revelación y genio.

Eduardo Planchart, investigador del arte popular que ha escrito dos libros sobre Sánchez, sostiene: "Por primera vez, un museo de esa calidad exponía la obra de un artista popular. Nunca más ha habido una exposición como esa en el país, marcó un hito". La prensa se abocó a publicar la vida y obra del artista. Sánchez fue objeto de culto. Cien personas o más llegaron a pernoctar en El Tisure los fines de semana. Fiebre del páramo por la noche. El que no iba, no estaba en nada.

El arte de olvidar. Pero pronto, las noticias sobre Sánchez no serían tan alegres. Los diarios empezaron a reportar informaciones sobre la mala situación en que se hallaba el artista popular, los problemas de salud, la falta de recursos. En 1985 la denuncia era que estaba casi ciego y abandonado. El propio Sánchez dijo a El Nacional ese año: "Me prometieron mucho, pero la realidad es otra, porque si bien he recibido condecoraciones, con eso no resuelvo mis problemas". Aclara Planchart que el tallista tenía posesiones. "Era un terrateniente al que no se le notaba, tenía esa sencillez del campesino andino". También afirma que no se movió en el mercado del arte: "Regalaba sus piezas, no se interesó en comercializarlas".

Las quejas del artista en la prensa también estaban dirigidas al gobierno regional, al que había donado la casa de sus padres, con la idea de hacer allí una institución cultural. Como no se hizo nada (incluso, él denunció que allí se instaló una miniteca), pidió la devolución de la vivienda. Terminó habitando un pequeño cuarto mientras se resolvía el problema legal que lo indignaba. Seguían los reconocimientos: en 1987 ganó el Premio Nacional Aquiles Nazoa; en 1989, el Premio Nacional de Artes Plásticas. La salud mermaba. Los últimos años los pasó en San Rafael. Ni siquiera pudo regresar a El Tisure, su adorado paraíso.

José Sant Roz, profesor de la Universidad de los Andes, escribió el libro La cultura como sepultura, basado en todos los atropellos que, asegura, recibió el artista popular. De acuerdo con Sant Roz, Sánchez comenzó a padecer a partir de su fama. "Los políticos se disputaban su prestigio, empezaron a interferir en su vida, había intelectuales que querían proyectarse a través de sus virtudes". Planchart considera que muchas figuras de renombre cultural sí se interesaron sinceramente por el arquitecto ingenuo, pero otros se aprovecharon: "Había muchos intereses detrás de él, era un mito viviente".

El Señor de El Tisure falleció el 18 de abril de 1997. "Se murió en la más horrenda desolación", sostiene Sant Roz. Luego, le hicieron grandes homenajes, pero no los que quería. "Él quiso crear una escuela para artistas, nunca recibió apoyo", añade.

En San Rafael de Mucuchíes está la última capilla que construyó Sánchez. Es el atractivo turístico principal (¿único?) del pueblo. La gente se para, se toma fotos, se va. Pocos se enteran de que a varias horas de camino está la mayor obra del creador: el complejo arquitectónico de El Tisure, sin vigilancia, abandonado desde hace más de 15 años, como reportan los pocos que lo visitan.

Planchart reclama que ninguna institución ha asumido la protección de la obra. Hay una comuna Juan Félix Sánchez, tienen su nombre un liceo, una escuela, un museo y pare de contar, pero desaparece El Tisure, el legado para un país que se creyó ilustrado.


Fuente: El Nacional . Caracas, Venezuela.

3 comments:

  1. Que bueno! agregare esto a mi mochila de informacion.

    Por cierto aqui esta el enlace al pdf del libro de Sant Roz La cultura como sepultura

    http://ensartaos.com.ve/sites/default/files/JUAN_FELIX_SANCHEZ.pdf

    ReplyDelete
  2. Gracias, David, acabo de incluir el enlace a la sección de libros de interés.

    ReplyDelete
  3. Es una grata sorpresa recordar al Señor del Tisure como lo llamaban algunos, excelente artista,y mucho mas orgullo de mi páramo!

    ReplyDelete